jueves, 3 de marzo de 2011

[Julio Hernández López. Astillero] ¿Armas por embajador?



  • Por sus pistolas
  • De SLP a la Casa Blanca
  • “Guerra” a la corrupción


La comparecencia es por sus pistolas. Es decir, porque quiere que sus agentes en México tengan derecho a portar armas. Vieja exigencia imperial ahora potenciada por el extraño incidente criminal sucedido en un tramo carretero cercano a la ciudad de San Luis Potosí. Rescatando al agente Zapata, o al menos aprovechando su recuerdo, convertido el confuso incidente de Ojo Caliente, en territorio potosino, en palanca de presión para conseguir la autorización armamentista para el creciente número de interventores gringos que ya conducen operaciones militares y marinas acá y pretenden blindaje proporcional a sus riesgosas nuevas atribuciones rectoras. Follow the gun, sería el consejo esclarecedor de algún aficionado a novelas policiacas de corte internacional.

Felipe se encamina molesto a la cita. Hace saber que demandará “respeto”, pero en realidad no se engalla sino que, en el terreno genérico de las preocupaciones binacionales en materia de seguridad, pide que “ambos países actúen con corresponsabilidad, confianza y respeto”. Al tianguis de máxima altura acude el mexicano en situación maltrecha. Haiga sido como haiga sido, el asesinato del agente del ICE le coloca en situación desfavorable frente a las ya cantadas intenciones de Obama de doblarle las manos para que acepte que haya extranjeros armados en territorio mexicano. 

Haiga sido como haiga sido, lo cierto es que Estados Unidos convirtió un hecho policiaco, tan condenable en sus resultados fúnebres como confuso todavía a estas alturas en cuanto a circunstancias y móviles, en un inmejorable pretexto para impulsar su política expansionista hacia el debilitado gobierno vecino.

Pero Calderón tampoco está en condiciones de envolverse en la bandera y resistir el acoso de un poder extranjero del que ha dependido y depende. Ni siquiera puede presumir de un cristalino sistema político y judicial que le impidiera arrojar suciedad a las aguas: si la administración felipilla no puede garantizar seguridad a sus ciudadanos, ni a sus propios funcionarios y a los políticos en general, ni a la élite económica, ¿cómo podría garantizarla a los pobres espías gringos desarmados? E incluso hay organizaciones, como Human Rights Watch, que piden a Obama que presione a Calderón por las constantes y graves violaciones a los derechos humanos.(…)

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