- El abrigo del poder
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Al licenciado Calderón siempre le han apasionado los asuntos relacionados con la indumentaria y el ejercicio público (interesados, revisar el caricaturalmente nutricio historial relacionado con uniformes militares de talla holgada), de tal manera que poco debería asombrar a los distinguidos miembros de la comunidad judía, que le escucharon ayer durante una comida, el que ahora bordara sobre el tema del poder y sus abrigos.
Sastre de las puntadas que hoy tienen al país en el desamparo, el modisto especializado en las combinaciones de blanco con azul hizo una peculiar adaptación, al momento actual, de las adoraciones al becerro de oro, y presentó sus novedades de temporada primaveral: a nuestro país, dijo, le han hecho falta políticos orientados al bien común (pespunte éste, el del bien común, que distingue ideológicamente las tareas de costura política de un partido con nombre de pieza de masa de harina) y no... al bien personal o al partido, o peor aún, a las fortunas inmensas que se han hecho en México, al abrigo del poder, y lo sabemos.
Valiente denuncia felipilla sin memoria. Para aparentar unidad de la clase política nacional, el ocasional visitante del Palacio Nacional invitó en pasadas fiestas patrias a los máximos representantes de los bandos políticos que han hecho fortunas inmensas protegiéndose con la misma prenda blindada que ahora denuncia en contextos bíblicos el usuario en turno.
No solamente convalidó a los priístas –jamás se ha visto que Calderón le haga un feo a Ernesto Zedillo; todo lo contrario–, sino también al panista predecesor que ha simbolizado corrupción e impunidad, el intocado Vicente Fox que junto a su manejadora oficial, la inolvidable señora Marta, ha vivido prosperidad inocultable, lucida y presumida, luego que el sexenio de las botas ejecutivas les sacó de deudas y atorones económicos.
Nada hizo el presuntamente justiciero Calderón en contra de las manos sucias que se hartaron de jalar dinero a sus cuentas personales: foxes y bribiescas, hermanos, hijos, todos metidos en tomar lo más posible de la piñata sexenal para luego retirarse, bien protegidos, bien abrigados, por el mismo poder defraudador del sucesor impuesto con trampas, el poder actual que al abrigo de esa misma impunidad está produciendo hornadas (de pan, obviamente) de nuevos ricos grupales, de megamillonarios por comisión, de crecientes chequeras porcentualistas.(…)
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