viernes, 11 de marzo de 2011

[Julio Hernández López. Astillero] Expediciones punitivas


 
  • Revivir Columbus
  • Estado(s Unidos) fallido
  • La sombra de Villa


Una primera lectura de lo sucedido ayer en Columbus, Nuevo México, confirma que la corrupción relacionada con el narcotráfico llega sin sombra de duda a diversos niveles policiales y políticos del país que es el gran consumidor de drogas, y que los efectos perniciosos de esas operaciones compartidas afectan evidentemente al Estado al sur de la frontera –devastado y ensangrentado–, pero también pueden alcanzar a la elite del imperio en decadencia, e incluso allá generar discusiones, enfrentamientos y fracturas internas que podrían a la vez reflejarse en presiones y exigencias al gobierno calderónico para que frene la descomposición mexicana, que ya salpica al vecino.

Sería un impensado bumerán irónico que los problemas de nuestro país, en cuanto a violencia social extrema a causa del narcotráfico, fueran atenuados y ligeramente resueltos por el enojo y las pugnas internas del aparato estadunidense afectado por los males que provienen del sur pero ya se han enquistado en el propio entramado institucional de las barras y las estrellas, sin cuya concurrencia activa, o cuando menos permisiva, no se podría completar el círculo indispensable del negocio de la venta y la compra de estupefacientes.

Al ordenar la detención de 11 funcionarios públicos, entre ellos el alcalde y el jefe de policía de una muy pequeña población fronteriza, Barack Obama parece retomar la iniciativa en la accidentada relación sobre narcotráfico que hoy llevan los dos países, luego de que el momento cumbre de los gringos ánimos inquisitivos se dio con el caso del agente federal asesinado en Estados Unidos, tema que parecía proporcionar pretextos ideales para incrementar la injerencia en México pero que fue desinflado por la denuncia de la introducción a nuestro país de miles de armas, destinadas a cárteles nacionales que, según las técnicas de indagación policial argumentadas, habrían de ser seguidas en su trayecto rumbo a capos importantes, en una operación denominada Rápido y furioso que acabó develando el papel de proveedor de lujo del gobierno que se queja de que el estallido de balas en el traspatio le asuste, aunque la venta de las armas detonantes las hace en la sala de su propia casa y las conduce a terreno delictivo con protección oficial.(…)

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