miércoles, 9 de marzo de 2011

[Leo Zuckermann. Juegos de poder] Slim versus televisoras



De un lado está el empresario más rico del mundo, Carlos Slim, con una fortuna, según Forbes, de 53 mil 500 millones de dólares. El dinero que tiene es su principal fuente de poder. Con él puede comprar los recursos materiales y humanos necesarios para tratar de ganar cualquier batalla.

Su interés es defender la posición dominante de que goza en uno de los mercados más rentables que hay: las telecomunicaciones. En este sector hay mucho dinero en juego. Lo sabe porque desde ahí ha construido la fortuna que posee. Naturalmente quiere proteger el cuasi monopolio que tiene en la telefonía fija y móvil en México.

Sin embargo, también quiere entrar al mercado de la televisión abierta (al de cerrada ya entró con éxito gracias a una alianza con MVS en Dish). No es que la televisión sea un negocio tan rentable como otros que tiene. Lo que la televisión da es poder político: una gran capacidad de influencia en la sociedad. Quizá Slim sea el hombre más rico del planeta pero, en la práctica, los dueños de las televisoras tienen más poder que él entre la clase política. Para alguien que quiere ser Presidente, por ejemplo, es más importante una buena relación con las televisoras que con el empresario más próspero del mundo. ¿De qué sirve tener la mayor fortuna si uno no cuenta con pantalla para influir en la sociedad? Slim, con su gran chequera, quiere su propia estación de televisión abierta. Prácticamente es lo único que le falta en su amplio portafolio de negocios.

Del otro lado están las televisoras propiedad de Emilio Azcárraga (mil 500 millones de dólares, de acuerdo con Forbes) y Ricardo Salinas (diez mil 100 millones). Combinadas las fortunas de los dueños de los grupos Televisa y  Salinas suman 11 mil 600 millones de dólares. Esto quiere decir que, por cada dólar que poseen los propietarios de las televisoras, Slim tiene 4.6. Si este fuera un juego donde el dinero determinara el resultado, el dueño de Grupo Carso ganaría. No obstante, Televisa y TV Azteca poseen algo que Slim no tiene: el poder de la pantalla chica.(…)

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