Las universidades son espacios abiertos donde se debaten libremente las ideas. Son, por naturaleza, ágoras plurales. Ahí convergen individuos de todas las ideologías para discutir con rigor, pasión y civilidad todo tipo de temas. Una comunidad universitaria tiene el deber de escuchar las ideas ajenas, cuestionarlas y criticarlas, todo con respeto.
n una universidad no puede ni debe haber espacio para la intolerancia. Y eso, por desgracia, es lo que ocurrió el jueves en la UNAM.
El senador priista Francisco Labastida acudió ese día a la Facultad de Economía (donde por cierto hizo su carrera) a participar en un seminario sobre la reforma hacendaria. Según reporta la prensa, alumnos y trabajadores de la Universidad impidieron su participación. Lo recibieron con pancartas que decían: "¿Por qué no eres bienvenido?
Porque desviaste 49.5 millones de dólares de Pemex para tu campaña presidencial" y "Estás impulsando la privatización". Una vez en el podio, le gritaron: "¡Fuera Labastida de la UNAM!" "¡El PRI, Labastida: la misma porquería!" "Fuera, fuera". Nadie puso orden. El caos se apoderó del auditorio. En este ambiente, el senador no pudo hablar. Optó por retirarse por una puerta trasera y abandonar su alma máter.
Los que impidieron la intervención del priista le dijeron a los medios: "Él está en su derecho de venir y nosotros en nuestro derecho constitucional de manifestarnos". De acuerdo con La Jornada, "los inconformes expresaron que se oponían a la presencia del legislador en la casa de estudios debido a que es un representante del sistema neoliberal que tanto daño ha causado a México". (…)
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