El próximo sábado concluye el periodo durante el cual Jesús Ortega presidió el Partido de la Revolución Democrática, su viejo sueño hecho realidad por la intervención del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. En la elección de marzo de 2008, caracterizada por la abundancia de irregularidades y trampas, contendió con Alejandro Encinas. En distintos momentos cada uno se declaró triunfador hasta que al cabo de un largo proceso que se extendió hasta noviembre de aquel año el tribunal federal, en vez de anular los comicios como correspondía en caso extremo, se inclinó por Ortega, cabeza de la corriente Nueva Izquierda.
La sucesión de Ortega no será decidida por el voto de los militantes del partido, cuya dirección no se atrevió a citar a comicios que reeditaran, acaso acrecentadas, las peripecias del proceso de 2008. Por eso en esta oportunidad el Consejo Nacional del partido hará la elección. Es un órgano plural compuesto por 343 integrantes. Triunfará en la elección del sábado quien sea capaz de reunir dos tercios de ese total, es decir 228 votos. Ninguna de la docena de corrientes que allí cuenta con representación reúne por sí sola el número de consejeros necesario para formar esa mayoría, por lo cual esta semana será empleada por los aspirantes para consolidar en torno suyo la cifra mágica, faena que se antoja si no imposible, sí de muy difícil consumación.
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