Las imágenes son demoledoras. Un grupo de manifestantes se va encima de unos amedrentados policías, mal parapetados detrás de las vallas metálicas portátiles. No hay duda ninguna de quién comienza la agresión. Agreden con palos y objetos metálicos. Con organización y furia.
No sé, ni creo que tengamos que saber, si son maestros de la sección 22, disidentes, “infiltrados”, vieja guardia de la APPO, nueva guardia de la APPO o embrión de un grupo que pelea por causas justas.
Tampoco es materia de debate si la policía hacía lo correcto al cercar las calles para mantener a los belicosos lejos del lugar donde se encontraba el presidente Felipe Calderón.
Fue una agresión contra la fuerza pública.
La policía se defendió como pudo. En la batalla se rompieron disciplinas y protocolos y hubo excesos también de los uniformados. Una policía que no anticipa, que no sabe disuadir, que se deja escupir y que, acorralada, termina tirando macanazos sin ton ni son.
Pero el origen fue una agresión de “los maestros” a la policía. Hablo, claro, de los hechos del martes al mediodía en Oaxaca.
Desconozco el grado y peso de los compromisos o miedos del flamante gobernador Gabino Cué. Pero a la primera de cambios ha optado por jugar del lado de la corrección política y la tribuna, y no de las evidencias y las fuerzas gubernamentales que, a fin de cuentas, también lo resguardaban a él.
¿Eso será la transición democrática en Oaxaca? ¿Carta blanca a los “legítimos excesos” del pueblo bueno?
Ante estos hechos, Gabino Cué les pidió perdón a los maestros. ¡Perdón! Sí, perdón por los excesos de la fuerza pública.
Perdón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario