viernes, 11 de febrero de 2011

[Héctor Aguilar Camín. Día con día] El Consenso de México



Me preguntan y reclaman algunos lectores por la ausencia de la libertad de expresión y de la educación entre los consensos listados ayer como parte del Consenso de México. Otros señalan que es sólo una lista de buenos deseos, una fantasmagoría aspiracional.

En efecto, no puse la libertad de expresión en la lista porque la supongo parte sustantiva del consenso democrático, el primer punto de la lista. Resumí ese punto, equivocadamente, en el tema del acceso al poder mediante el voto en elecciones libres. Lo cierto es que el proceso electoral democrático supone un contexto general de libertades públicas, sin el cual no puede haber verdadera libertad de voto.
Lo de la educación es otro asunto. Por desgracia, hay entre la mayoría de los mexicanos una valoración positiva de su sistema educativo. 

La crítica y el clamor de reformas en ese sector es todavía un asunto minoritario que apenas va tomando la forma de una exigencia pública. La educación mexicana está muy mal, lo saben los expertos y lo revelan las evaluaciones, pero la conciencia profunda del país está tranquila al respecto. Es un gran hoyo de opinión pública y conciencia ciudadana.
(…)

No se trata de realidades cumplidas, sino de varas de medir desde las cuales la sociedad piensa, valora, critica y exige a sus gobiernos justamente la falta de cumplimiento o la violación de eso ideales rectores, compartidos por la sociedad.

No es que tengamos la democracia y las elecciones perfectas, sino que la democracia y las elecciones son obligatorias para todo el que quiera acceder al poder, y la sociedad y la opinión penalizan las trampas y las desviaciones en eso, todo lo contrario de lo que sucedía durante décadas del antiguo consenso que incluía la trampa electoral como rutina, como folclor y hasta como orgullo de la peculiaridad política mexicana.

Lo mismo puede decirse del rechazo a la impunidad y a la corrupción, del respeto a los derechos humanos, de la exigencia de transparencia y rendición de cuentas, del equilibrio fiscal, del combate a la pobreza y de la alta expectativa de empleos, bienestar, seguridad pública y seguridad social.

No es que todas estas cosas se hayan conseguido, es que son el piso común de la expectativa pública, las nuevas reglas del juego, aspiracionales desde luego, pero vigentes a la hora de medir si un gobierno o un gobernante funcionan o no, si un candidato o candidata nos interesan o no, si un proyecto de gobierno cumple los requisitos mínimos o no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario