martes, 1 de febrero de 2011

[Jorge Fernández Menéndez. Razones] La ruta de la alianza


Ganó Ángel Heladio Aguirre las elecciones en Guerrero. Una vez más un ex priista de corte más que tradicional encabeza una coalición entre perredistas (y sus aliados) y el PAN. Y terminada la elección queda un sabor de boca extraño: ¿tiene sentido una coalición contra el PRI, encabezada por restos del PRI? Para sus impulsores parece que sí y ahora se aprestan a repetir la receta tal vez en Baja California Sur la próxima semana y si pueden en el Estado de México en julio. 

En este sentido, la receta parece sencilla: sólo se necesita alguien de cierto peso (sus cualidades políticas e ideológicas, incluso su historia, importan poco), dispuesto a romper con su partido si no fue elegido candidato y en torno suyo desplegar la coalición, aunque en Guerrero fuera una paradójicamente oficialista, ya que el gobierno lo tenía desde hace seis años el PRD, que prefirió esta opción en lugar de algún militante suyo para, dicen, no profundizar las divisiones internas y aumentar las del PRI. Y a eso se sumó Acción Nacional con la lógica, en esta ocasión, de no otorgarle a los priistas un primer triunfo electoral en el año.

Desde el punto de vista electoral hay lógica: se hizo en Oaxaca, donde la alianza tenía un sentido completamente distinto, por la composición y por quien la encabezaba; se repitió en Puebla, donde se daban de forma atenuada los mismos componentes oaxaqueños; y siguió en Sinaloa, con sus formas actuales: enfrentando claramente al PRI con el PRI. En los cuatro estados hubo éxito y pudo tenerlo en Veracruz si las fobias personales no hubieran impedido a Dante Delgado apoyar a Miguel Ángel Yunes, y estuvo a punto de hacerlo en Durango.

El problema es encontrar nombres idóneos porque, ubicándolos, hemos visto que lo demás importa poco. Esa es la dificultad para el Estado de México y para la Presidencia de la República en 2012. Si tienen éxito, se dará un fenómeno muy extraño: resultará  más importante para alcanzar la candidatura ser un aspirante “ciudadano”, aunque ello quiera decir que se militó toda la vida en un partido para renunciar a él en el momento de la designación, que tener una militancia constante o un buen desempeño público en cualquiera de los partidos postulantes. (…)

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