martes, 1 de febrero de 2011

[Leo Zuckermann. Juegos de poder] ¿Rebelión democrática?



Para empezar, la rebelión —inspirada en lo ocurrido días atrás en Túnez y propagada gracias al internet y la telefonía celular— tiene un origen más económico que político. Las clases medias, sobre todo los universitarios, son los que están por el momento liderando las protestas en contra de las malas condiciones económicas de Egipto. 

Hay un terrible problema de desempleo urbano con escasez de agua potable y alimentos básicos como la harina. Mientras otros países emergentes están en franco crecimiento, incluso en el mundo árabe, Egipto lleva muchos años estancado. Esto naturalmente ha generado un problema de insatisfacción social y un problema de legitimidad para un régimen político anquilosado que no puede entregar los mínimos satisfactores económicos a la población.

Para todos los que creemos que la democracia es el mejor de los regímenes políticos, resulta muy alentador ver las protestas en las calles en contra de la dictadura de Hosni Mubarak, quien lleva 30 años en el poder y que pretende heredarle la presidencia egipcia a su hijo. Da gusto observar la rebeldía en las ciudades de los jóvenes que piden apertura. Hasta ahí la historia es positiva. Lo que podría venir después, no.

¿A qué me refiero? Supongamos que este movimiento rebelde en contra de Mubarak, liderado por universitarios, tenga éxito. Que caiga el dictador y se llame a elecciones para que democráticamente se elija un nuevo gobierno. ¿Quién ganaría estos comicios? Muy probablemente la institución política mejor organizada y con más recursos económicos que es la Hermandad Musulmana. Dicha organización pretende instaurar un régimen islamista en Egipto y, para ello, utilizaría un discurso populista de derecha apelando a los sentimientos nacionalistas y religiosos de los 70 millones de egipcios que viven en la pobreza. Esta población, no la sociedad occidentalizada que quiere una democracia, sería la que decidiría el rumbo político de Egipto.(…)

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