El Universal
Género: Opinión
Publicación: 17 de febrero de 2011
Autor: Luis Maldonado Venegas
Tres sucesos sacudieron a México y amagaron su vida institucional en 1994: la insurrección armada en Los Altos de Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el 1 de enero, y los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, los días 23 de marzo y 28 de septiembre de ese año.
De la investigación de los crímenes de Colosio y Ruiz Massieu se habría de encargar la autoridad judicial; pero a finales de 1994, el levantamiento había alcanzado resonancia incluso internacional: el Ejército había sido movilizado en las cañadas chiapanecas para enfrentarse a un movimiento indígena, campesino y democrático radical.
Aparte de la emergencia financiera surgida a mediados de diciembre, para el gobierno entrante la pacificación en Chiapas era un problema de la mayor magnitud que exigía atención inmediata. Así lo asumieron Zedillo y su secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, figura relevante de la sociedad civil y de la vida política nacional, ya había advertido la conveniencia de que hicieran contacto las partes en conflicto y en ello empeñó su esfuerzo. Fue escuchado por el secretario Esteban Moctezuma e incluso se le solicitó propiciar un encuentro con el EZLN, con la participación del gobierno. Había interés en dar solución al conflicto.
La delicada encomienda de representar al gobierno para construir las bases de la pacificación recayó sobre el autor de estas líneas, a la sazón subsecretario de Gobernación.
En los primeros días de abril de 1995 me fui a Chiapas con la confianza presidencial y la del secretario de Gobernación, con poderes suficientes para sentar las bases del diálogo, con el ánimo de contribuir al restablecimiento de la paz, del orden y de la legalidad, pero también de abrir caminos a la justicia social anhelada por miles de marginados indígenas y campesinos chiapanecos. El conflicto ya había cobrado un tributo considerable en vidas humanas. En este contexto sostuve negociaciones personales con Marcos y demás jefes zapatistas, con la valiosa participación, en algunos de ellos, del ingeniero Cárdenas y de su hijo Lázaro, hasta lograr un acuerdo satisfactorio para todas las partes.
Fue una tarea difícil, acaso de las más difíciles en mi ya larga trayectoria como servidor público, con encuentros intensos, cargados de explicable tensión y razonable suspicacia por parte de los jefes insurrectos.
Argumenté desde la noche del primer encuentro: la ley aleja la guerra. El gobierno está comprometido con la vía política y se debe llegar a un diálogo directo para resolver problemas concretos. Se trata de mostrar a la opinión pública y a quienes quieren destruir la vía política, que solamente con soluciones políticas se va a resolver el conflicto.
Generoso, preciso, puntual, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano revela éste y muchos pasajes de aquel esfuerzo por la paz en su espléndida obra autobiográfica Sobre mis pasos, presentada por él en la Universidad Autónoma de Puebla, el pasado miércoles 26 de enero. Pasajes sobre los cuales guardé silencio durante casi 16 años.
Secretario de Educación Pública del gobierno del estado de Puebla.
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