viernes, 18 de febrero de 2011

[Héctor Aguilar Camín. Día con día] ¿Mentiras permitidas?


El gran especialista y editor español de El Quijote, Francisco Rico, publicó un alegato contra la prohibición de fumar vigente en España. Para fortalecer la impersonalidad del argumento, dijo que él no era fumador y que salía en defensa de los fumadores por los méritos propios de la causa.

Rico es un hombre conocido y reconocido en los medios intelectuales españoles y quien más quien menos sabe que es un fumador esférico y que, por tanto, se había permitido en su alegato una mentira.

El asunto provocó algunas críticas y la defensa del escritor Javier Cercas, quien sostuvo que en materia de opinión y aún en materia de información periodística, la imaginación tenía algunos fueros y no todas las mentiras eran censurables, pues algunas añadían más que quitar realidad a lo dicho.

Es el tema de la famosa pregunta de García Márquez a Kapuscinsky sobre si se debe añadir o no una lágrima al describir el rostro de una muchacha que sufre pero no llora. ¿Añadir esa lágrima inexistente distorsiona o perfecciona el sentido de lo visto?

Un talentoso y enconado crítico de Cercas, Arcadi Espada, procedió a ejercer el principio permisivo del propio Cercas y generó en su columna del periódico la versión de que Cercas había sido levantado en una redada contra la prostitución en un barrio de tolerancia de Madrid.

Cercas respondió que el ejercicio de Espada desbordaba los límites del humor e ingresaba en los terrenos de la calumnia.

La columna de Espada no quería sino ilustrar abusivamente el principio de tolerancia a la imaginación enunciado del propio Cercas. Digamos que para retratar con precisión la malísima opinión que tiene de Cercas, Espada otorgó fueros a su imaginación y puso a Cercas en una situación imaginaria.

El problema con los fueros otorgados a la mentira intencional en el periodismo es quién pone el límite, dónde el pequeño o gran detalle falso agregado a la realidad, deja de ser un recurso de la imaginación, y se vuelve un expediente simple del engaño.

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