jueves, 17 de febrero de 2011

[Julio Hernández López. Astillero] Puntos a esclarecer



  • Casus belli
  • Potenciar los apetitos
  • Espionaje desbordado


El asesinato de un agente estadunidense, y las lesiones causadas a otro, en condiciones aún no esclarecidas, ha servido de inmediato para potenciar los apetitos intervencionistas inequívocamente colocados desde días atrás en posición de asalto. 

No existen aún elementos suficientes y confiables para trazar una primera explicación aceptable de lo sucedido en un tramo carretero federal cercano a la ciudad de San Luis Potosí, pero ya el aplastante aparato mediático y político del país vecino ha relegado la posibilidad de que el ataque pudiese tener ingredientes oscuros, como puede acontecer y ha acontecido con frecuencia en esos pantanos de vasos comunicantes en que se mueven el espionaje imperial y los cárteles del narcotráfico, o de que las motivaciones fuesen enteramente circunstanciales (en la espiral de locura que mediante pistoleros mal habilitados y muy drogados acaba afectando a quien sea y como sea).

En cambio, ese aplastante aparato estadunidense ha estatuido ya en el caso de los agentes del ICE (iniciales en inglés de la Oficina de Inmigración y Aduanas) una especie de sentencia al vapor que sirve de justificación y acelerante a los propósitos muy anunciados de intervenir de manera más abierta y enérgica en el control de una administración fallida, la calderonista, que día con día demuestra una mayor incapacidad de gobierno.

La reprobable agresión a los dos agentes estadunidenses tiene como telón de fondo la creciente, avasallante y cada vez más descarada presencia activa de elementos del país vecino en los sótanos, las cañerías, las salas de estar, las recámaras y los salones de juego y mando de lo construido por el poder del narco, en términos institucionales y de facto, en lo que antes era considerado un patio trasero y hoy es un edificio oscuro, ruinoso pero también lleno de peligros para la tranquilidad de un país, el de las barras y las estrellas, que largamente se ha creído pasteurizado pero cada vez tiene más flujos broncos en su interior. 

El México del calderonismo es una realidad atestada de agentes estadunidenses no solamente tolerados sino alentados en la tarea de espiar y actuar conforme a sus intereses nacionales en ese negocio viscoso del narcotráfico. Como nunca, Calderón ha abierto la puerta a los estadunidenses (a fin de cuentas, los autores intelectuales e impulsores prácticos de la guerra contra el narcotráfico) y los ha convertido en alternativa de ayuda y solución (recuérdense las peticiones a Napolitano en relación con Ciudad Juárez, según se pudo saber a través de Wikileaks), casi en faro oficial de Los Pinos para guiar operativos especiales contra jefes selectos del negocio de las drogas.(…)

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