Exaltados por el triunfo o irritados por la derrota no admitida pero hiriente, los primos candidatos a la gubernatura de Guerrero padecieron una amnesia moral inaceptable. No tuvieron una palabra para el perredista Guillermo Sánchez Nava, quien todavía en estado crítico sufre las consecuencias de una agresión feroz que casi lo mata; ni para Régulo Cabrera Andrés, líder priista en El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, asesinado presumiblemente en el marco de la contienda electoral. Cada uno por su parte, con la gravedad propia de cada caso, protagonizó la fase cruenta de una campaña de sangre y lodo que, para fortuna de todos, no desembocó en una jornada electoral que se temía muy violenta y lo fue en grado mucho menor de lo esperado.
Tampoco hicieron una mención a por lo menos tres activistas de las coaliciones que los postularon: el añorvista Arturo Contreras y los aguirristas Pedro Salgado Leyva y Juan Carlos García, que permanecen privados de la libertad, el primero desde noviembre, para evitar el cumplimiento de su cometido y de cuya desaparición ninguna autoridad se ha hecho responsable.
El activismo produjo resultados magníficos, en primer lugar para el ex gobernador y ex priista que mediante esta elección podrá gobernar un sexenio completo y no la mitad como hizo en los noventa. Su victoria fue posible por varios factores que conciernen a una conducta política y electoral de los guerrerenses digna de nota.
En primer lugar, los ciudadanos salieron a votar. No son asiduos a las urnas y su abstención es proverbial. Pero los que esta vez llegaron a las urnas superaron no pocos obstáculos para cumplir su papel ciudadano. No será acaso la elección más concurrida, pero sin duda no es la más desdeñada. Había pocas razones para sufragar y muchas para no hacerlo. Los partidos escogieron a sus candidatos conforme a sus intereses y los de sus dirigentes y no respecto de la gente.
Por eso resultaron indiferenciables. Daba lo mismo escoger uno u otro. Si los guerrerenses fueron destinatarios de programas donde se establecieran compromisos de actuación tras la victoria buscada, no habrá sido ése sin duda un factor que los llevó a la mesa electoral, dada la semejanza de unos y otros planteamientos, y dada la desconfianza general hacia los ofrecimientos políticos, emitidos con la misma facilidad con que se incumplen.(…)
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